#Agenciapyme- El día en que lo detuvieron por el delito de “falsos positivos”, el mundo para él y su familia se derrumbó, todo se detuvo, menos sus ganas de emprender. Tiempo después es recluido en la cárcel de Combita, en Boyacá y luego es trasladado a la cárcel La Picota en Bogotá. Tan pronto se enteró que en este lugar había talleres de zapatería no dudo en hacer parte de este selecto grupo.
Esta es la historia de Bernardo Dávila Pérez, (foto centro) el “zapatero remendón” que entre hilos y agujas perfeccionó los cortes de cuero, pulió los diseños de sus zapatos y hoy cose puntada tras puntada el futuro de su familia y el suyo. Antes de estar privado de la libertad, Bernardo trabajó en mantenimiento en la Universidad Cooperativa de Colombia y realizó algunos cursos sobre marroquinería en el Sena.
Lleva 5 años tras las rejas y en este tiempo ya perdió la cuenta del número de zapatos que ha elaborado. Hoy se enorgullece de ser el coordinador del taller de zapatería de la cárcel Picota o Complejo Carcelario y Penitenciario Metropolitano de Bogotá, COMEB como se bautizó desde hace más de seis años mediante la resolución 3806 del 22 de octubre del 2012.
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Acompañamos a Bernardo Dávila durante un día de trabajo en uno de los talleres de la cárcel; además de ser recibidos por las sonrisas de sus compañeros de labores, la cordialidad se concretó con el ofrecimiento de una taza de aromática de fresas que alguno de ellos trajo a los talleres de carpintería. En el lugar encontramos cuatro máquinas de coser cuero, una devastadora, una estantería surtida de todos los diseños realizados por los internos, las paredes vestidas con muchos retazos de cuero, telas multicolores y recortes de revistas con diseños de zapatos. En una de las esquinas tienen una gran pulidora que donó una fundación, pero que no han podido utilizar debido a que se alimenta por corriente de 220 voltios y la corriente eléctrica de la cárcel es de 110 voltios.
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La mañana se aprovecha, en su mayoría, para diseñar los modelos, inspirados en las revistas que les llevan sus familiares; gastan dos días en producir un par de zapatos. La mayoría de la producción se hace sobre pedido, el cliente puede traer una foto de cualquier zapato y ellos fabrican uno 95% igual, con un costo mucho menor al del comercio normal; los precios oscilan entre los $20.000 que cuestan unas sandalias y los $90.000 que cuestan un par de botas para dama caña alta.
Los que más compran sus zapatos son los extraditables, luego le sigue el personal de los demás patios y los familiares de los internos que los encargan el día de visita.
A Bernardo Dávila le quedan pocos meses para salir de prisión y ya tiene clara una estrategia y un nicho para hacerle frente al saturado mercado de zapatos chinos, va a iniciar comprando materia prima en retail; tiene la fortaleza de ser el quien diseña y fabrica y su producción estará basada en pedidos. En su barrio no hay zapatería por ello está montando una allí con el apoyo de su familia. La idea, inicialmente, es fabricar reatas y chalecos para la policía.
Por ahora, Bernardo Dávila se consuela con saber que cada vez que hace un par de zapatos, estos pueden llegar a pisar la libertad.