#Agenciapyme – Los emprendimientos que se gestan al interior de las cárceles del país cambian a cualquier visitante de estos establecimientos la perspectiva que puede dar el duro concreto que los bordea y la peligrosidad que en otros tiempos se podría imaginar.
Encontrarse rodeado de arte, innovación, creatividad y ganas de superación es en sí una forma de mirar con otros ojos estos sitios de reclusión y a los internos como artistas que encontraron paradójicamente en el encierro su fuente de inspiración.
Es precisamente en una de las bodegas, antes abandonada, en donde 25 internos del Complejo Carcelario y Penitenciario Metropolitano de Bogotá, COMEB, tejen sus sueños de libertad. Motivados para reducir sus penas, apaciguar el encierro o ayudar a las finanzas de su familia, descubren talentos que desconocían.
César Lozano es el monitor de tejidos y telares de este complejo. A su cargo tiene 24 internos a quienes dirige y enseña el arte de hacer tapetes, cubrecamas, telares, bufandas, puff y hamacas, todo de manera artesanal, vendidos a los extraditables que se encuentran en el mismo sitio de reclusión y durante los días de visita. Lleva seis años y medio detenido y aún le quedan cuatro. Piensa en sus tres hijos y por ellos pensó en montar esta microempresa.
Trabajan de lunes a jueves de 8 de la mañana a 3 de la tarde. Hacen tapetes con agujas de vacunar ganado, los diseñan y los bordan con lana. Usan técnicas con tejido felpa (muy antigua) y punto chino. Los ponchos y los tendidos los elaboran con un telar manual. En su taller tienen máquinas planas, una de codo y una fileteadora.
“Por estas secciones han pasado 120 internos, de los cuales un 80% han sido drogadictos y que gracias a este trabajo en su mayoría se han rehabilitado, otros están en proceso. Este es un medio terapeútico que los hace recomponerse como personas, olvidar su error y querer superarlo” comenta César.
Sus familias, especialmente la de César, los apoyan con dinero para la compra de materiales y cada viernes, día de visita, les surten y recogen los productos ya terminados para comercializarlos entre la familia y amigos o rifarlos, como han hecho en algunas oportunidades.
Las aspiraciones de estos internos traspasan las rejas de sus celdas, pues sueñan con tener una bodega afuera en donde puedan trabajar una vez cumplan sus condenas o en la que las personas que gozan de beneficios extramuros tengan la posibilidad de generar ingresos, evitando caer de nuevo en los delitos que los encerraron.
Entretanto Lozano y sus 24 compañeros diseñan, tejen e hilan en ese centro penitenciario a la espera de que sus productos lleguen a muchos hogares y de esta manera vayan logrando su proceso de resocialización.
Van tejiendo su libertad y regreso a la sociedad puntada por puntada.